miércoles, 23 de marzo de 2011

Muertos


La habitación de la casa de verano en la que dormíamos mi hermana y yo era grande y fría. De las paredes colgaban viejos retratos de los que los mayores contaban historias lejanas, pero sólo nosotras sabíamos que cada noche traspasaban el cristal y paseaban por la estancia. Podíamos oír nítidamente el fru-fru de las sábanas que los cubrían y el sonido hueco de sus huesos al chocar contra algún mueble.

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