viernes, 6 de mayo de 2011

La desconocida




Recibió la llamada a media tarde.

- Ha muerto –dijo la voz, al otro lado de la línea, antes de colgar.

Se levantó del sillón verde de orejas y, como si toda su vida hubiera estado esperando ese momento, se quitó la corbata, la camisa blanca y el traje azul marino con el que había vuelto del trabajo y, desnudo, abrió una cerveza y se asomó a la ventana a ver pasar la vida.

Un par de horas después, entró en el Tanatorio de la M-30, buscó la sala 27, se acercó al cristal que separa la vida de la muerte y con los ojos humedecidos, dijo:

- Hola mamá. No me conoces, pero soy tu hija.

Los presentes en la sala, en aquel momento, se dieron cuenta de que se manejaba mal sobre unos tacones.