viernes, 6 de mayo de 2011

La desconocida




Recibió la llamada a media tarde.

- Ha muerto –dijo la voz, al otro lado de la línea, antes de colgar.

Se levantó del sillón verde de orejas y, como si toda su vida hubiera estado esperando ese momento, se quitó la corbata, la camisa blanca y el traje azul marino con el que había vuelto del trabajo y, desnudo, abrió una cerveza y se asomó a la ventana a ver pasar la vida.

Un par de horas después, entró en el Tanatorio de la M-30, buscó la sala 27, se acercó al cristal que separa la vida de la muerte y con los ojos humedecidos, dijo:

- Hola mamá. No me conoces, pero soy tu hija.

Los presentes en la sala, en aquel momento, se dieron cuenta de que se manejaba mal sobre unos tacones.

2 comentarios:

Rocío Romero dijo...

Carlos,
me ha gustado esta historia del hijo/hija que espera a la muerte de su madre para confesar (o para el cambio, creo que se puede interpretar de las dos formas).
Me ha gustado especialmente el final de los tacones inestables, que da sentido al micro entero.
Sólo por jorobar te diré que hay una erratilla aquí "entró el Tanatorio de la M-30", para que veas que te leo con atención.
Por lo demás, la lectura cambia el estado de ánimo, e invita a pensar. Muy bueno, Carlitos. Abrazos

mediterráneo dijo...

Muchas gracias Rocío. Siempre tan amable.
Voy raudo a poner ese "en" que falta.
Un beso.